miércoles, 20 de abril de 2011

El Cristo de los Mineros baja de la mina a La Unión. La Semana Santa Minera

El Cristo de los Mineros baja de la mina a La Unión 
en la Semana Santa Minera





 Por Rogelio Mouzo Pagan, 
La Unión 21 de marzo de 2013



         El sábado 23 de marzo a las 18 horas,  dentro de los actos de la Semana Santa Minera, tendrá lugar la tercera edición del Via Crucis Penitencial, que partiendo de la bocamina  “Agrupa Vicenta” situada en la mitad de la montaña Santi Espíritu,  será trasladado hasta la Iglesia del Rosario (en un recorrido de 2170 metros) por el “Camino del 33”,  al modo del mítico paso de los mineros andando  por sendas y vericuetos portando sus lámparas mineras.


Imagen restaurada del Cristo de los Mineros portado a hombros por sus caballeros portapasos, 
el día de su devolución al templo (17-3-2013). Foto Rogelio Mouzo Pagán

Se da la circunstancia de celebrase en este año, el 1º centenario que llegara a La Unión,  la imagen del Cristo de los Mineros, obra del gran escultor valenciano José Jerique (1913). Se trata de una talla a tamaño superior al de una persona, que fue conocida inicialmente como la efigie del Santísimo Cristo de los Bomberos, por haber sido  encargada por la Brigada de Bomberos de La Unión.

 
Imagen restaurada del Cristo de los Mineros portado a hombros por sus caballeros portapasos, el día de su devolución al templo (17-3-2013). Foto Rogelio Mouzo Pagán

La talla ha sido recientemente restaurada en el Centro de Restauración de la Región de Murcia dependiente de la Comunidad Autónoma, que le ha devuelto su esplendor inicial. 


El artículo completo sobre la primera edición que se hizo en 2011 en referencia a este Viacrucis Penitencial, pueden encontrarla en: http//cronicasmineras.blogspot.com  de Rogelio Mouzo Pagan.
 

El Cristo de los Mineros baja de la mina a La Unión 
en la Semana Santa Minera
 

Crónica por: Rogelio Mouzo Pagán
Fotografias: Gregorio Mouzo Martinez
La Unión 20- 4- 2011

            El sábado 16 de abril 2011, se abrió un nuevo capitulo en la historia de la Semana Santa Minera de La Unión con la celebración del primer Víacrucis Penitencial desde la boca mina “Agrupa Vicenta” situada en la mitad de la montaña Sancti Espíritu, hasta la ciudad de La Unión, imitando el mítico paso de los mineros andando por caminos y vericuetos de esta Sierra de  vuelta  de la mina portando en sus manos las lámpara minera encendida.


  
            Unas 2000 personas han participado en el Vía Crucis, que portando en  procesión al Cristo de los Mineros ha recorrido  hasta el templo  del Rosario desde la Sierra Minera por el “Camino  del 33” (antigua carretera que desde  La Unión llegaba a Portmán) hecha en tiempos de falta de trabajo para dar ocupación a los miles de mineros parados, 




         
          Las inmediaciones del Parque Minero integrado por las minas “Remunerada”, “Pablo Virginia” y “Agrupa Vicenta” se vieron  literalmente invadidas por un inmenso y fervoroso  gentío llegado a esta zona de la Sierra, bien caminado o utilizando el tren turístico del Parque Minero.


            En la zona inferior y dentro  de la gran tolva de carga de minerales de estas minas se encontraba la imagen del Cristo, acoplada de forma inclinada  con su cruz , sobre un trono hecho al efecto para su transporte a pie por 16 portasores.



            A las 20.00 horas la procesión inicia su marcha seguida por el presidente de la Región Murciana, Ramón Luis Varcalcer, el alcalde de la Unión Francisco Bernabé; el Hermano Mayor de la Ilustre Cofradía del Santísimo Cristo de los Mineros, Domingo Alajarin; miembros de la Corporación Municipal;  presidentes de distintas Agrupaciones y fieles; unos portando los clásicos carburos (lámparas mineras de acetileno), otros llevando velas encendidas (de las que se repartieron un millar de ellas). Por su parte autoridades y algunos files, así como cada uno de los  miembro de las  agrupaciones encargadas de transportar al Cristo (20 por cada agrupación), sobre sus túnicas o uniformes se  podía distinguir los grandes y vistosos escapularios hechos para la ocasión.



          Abría el cortejo la banda de  tambores, timbales y gaitas  La Dolorosa - La Unión,   El Cristo de los Mineros y a continuación el cura y acólitos,   personalidades civiles fieles y publico en general seguida  de  los fieles 



El traslado de la imagen del Cristo de los Mineros la han realizado catorce grupos de portadores, distribuidos según criterios de dureza del terreno y pericia de los portadores, dejando los más escabrosos para los miembros de las diferentes Agrupaciones de la Cofradía, con el siguiente orden:

1ª Estación: Caballeros portapasos del Santísimo Cristo de los Mineros.
2ª Estación: Caballeros portapasos de la Virgen de la Caridad.
3ª Estación: Caballeros portapasos de la Virgen del Rosario en sus Misterios Dolorosos.
            4ª Estación: Caballeros portapasos de San Juan Evangelista.
5ª Estación: Caballeros portapasos de Ntro. Padre Jesús Nazareno.
6ª Estación: Agrupación de la Virgen de la Soledad.
7ª Estación: Damas portapasos de María Magdalena.
8ª Estación: Miembros de los Caballeros de Santa Bárbara.
9ª Estación: Asociación de Empresarios de La Unión.
10ª Estación: Comunidades catecumenales de la parroquia.
11ª Estación: Comunidades catecumenales de la parroquia.
12ª Estación: Miembros del Hogar de la Tercera Edad de La Unión.
13ª Estación: Corporación Municipal.
14ª Estación: Mesa de 

           En cada una de las estaciones el cura párroco de la Iglesia del Rosario  Antonio José Carbonero Arias, auxiliado por los ministros de la Eucaristia Luciano Cegarra y José Perez,  pronnciaban la oración y meditación correspondiente, que podia ser seguida por la megafonía instalada.



 Más de dos horas empleó el Vía Crucis por el recorrido  de las 14 Estaciones de Penitencia, donde se han sucedido sendos relevos de portadores, haciendo un total de 2.170 metros del ‘Camino del 33’ hasta la llegada a los lindes del municipio, donde ha sido necesario cruzar el paso a nivel de la estación de FEVE y pasar por la Plaza Joaquín Costa, la calles Mayor y Numancia hasta el destino final, la Iglesia del Rosario, donde  se interpreto el Himno Nacional dando por finalizado el acto.


Reseña histórica de las procesiones en La Unión

Aunque la tradición de desfiles pasionales unionenses se remonta al primer cuarto del siglo XIX en El Garbanzal, cuya historia de los acontecimientos a relatar requerirían muchas paginas,  vamos a suscribirnos al periodo en que aparece en La Unión la actual imagen del “Cristo de Los Mineros” conocido inicialmente como El “Cristo de los Bomberos”. A tal fin vamos a dar unos apuntes de la Historia de la imagen del Cristo de los Mineros y su Cofradía,  recopilada del libro de los historiadores Francisco José Ródenas Rozas y Rogelio Mouzo Pagán titulado:

“La Semana Santa Minera” Historia de los Desfiles Pasionarios en La Unión.  
Editado por la Asociación Belenista Cartagena-La Unión (1998)




            Se trata de una talla del Autor, José Jerique (1913). Seria esta la principal aportación icnográfica a la imaginería pasionaria unionense en el paradójico ciclo de la crisis fue la efigie del Santísimo Cristo de los Bomberos, así llamado por resultar su encargo de la Brigada Municipal de bomberos dirigida por Don Andrés Teulón Bisso. La obra fue tallada en 1913 por “notable escultor valenciano Sr. Jerique”.
 

            Cabe personalizar el encargo. Juan Sánchez Perelló, Cronista Oficial de La Unión, señala que la iniciativa partió de dos hombres profundamente religiosos, Don Francisco Parra, facultativo de minas y don Arturo Gómez, rico comerciante de tejidos y activo procesionista. De nuevo, el testimonio  del Cronista, revela el sentido preciso del encargo de los Bomberos, quienes -expresamente- “pidieron al artista la imagen de un Cristo muerto en la Cruz. Pero un Cristo donde estuviese marcado en su cuerpo y rostro atormentado la presencia y gesto de su divina personalidad” 



            Del deseo al proyecto. “Envió el escultor Jerique un artístico boceto a pluma que llenó de satisfacción a todos y, definitivamente, se le encargó al señor Jerique la talla de un Cristo muerto en la Cruz, siguiendo las líneas del boceto enviado. El propio Sánchez Perelló detalla que, siendo niño, a la vuelta del Colegio de Don Paco Ros en la calle Andrés Pedreño vio como “una gran caja de madera era transportada y descargada de un gran carro  provisto de plataforma. La caja fue depositada -inicialmente- en la Capilla de la Virgen del Carmen del Templo del Rosario.

            El referido F. Parra, junto a otras personalidades, y acompañados por un equipo de médicos encabezado por Don Manuel Rodríguez, descubrieron y examinaron detenidamente la efigie y confirmaron sus justas proporciones hasta aprobar la magnifica adquisición.



            El resultado: “un Cristo, tras el momento final de su angustiosa agonía. De faz amoratada por los golpes recibidos y de cuerpo sangrante por el martirio. Su cabeza augusta, coronada con corona de punzantes espinas”. Efigie ajustada a las líneas de la imaginería clásica española, los especialistas señalan esta imagen como la principal obra salida del taller del artista valenciano.



            Recién ultimada, en Agosto de 1913, “fue conducido el Cristo a la parroquia del Rosario en solemne procesión nocturna, acondicionándose su hermosa capilla que decoró el Sr. Moreno con pinturas murales. En 1914 se fundo la Asociación encargada de su culto, presidida por la Srta. Áurea Parras”. En aquél año el semanario conservador “La Lucha” anuncia la gran primicia: La preciosas imagen del Cristo de los Bomberos “por primera vez figurara en la solemne procesión del Santo sepulcro (anochecer del Viernes Santo) sobre un suntuoso y artístico trono”, precedida por miembros del benéfico cuerpo que la encargó.       Desde entonces repitió salida cada año -en aquel mismo desfile- hasta 1927, fin del periodo.

            
          No siempre la salida del Cristo fue revestida con la misma solemnidad. La imagen del Crucificado partiría -generalmente- del templo parroquial (donde se custodiaba). No obstante,  sabemos que en 1917, quizás solo entonces -para conferir mayor lustre a la representación- la Brigada de Bomberos acompañada  de la banda de música de Infantería de Marina (Cartagena), había trasladado previamente a la iglesia el paso del Santísimo Cristo de los Bomberos “desde la calle Alcocer”, dominios de Andrés Teulón, jefe de la Brigada.

            En 1922 el Alcalde de La Unión informa sobre el “estado de desorganización” en que se encuentra la Brigada de Bomberos y reconoce su impotencia para reconstituirla “a pesar de los esfuerzos que, encaminados al efecto, ha verificado”. A continuación, propone -y el ayuntamiento acepta- la encomienda de aquel servicio a la Comisión de Cruz Roja local. De este modo, a partir de 1923 este cuerpo atenderá la salida procesional del Cristo.



            Alzado como un estandarte, el Cristo de los Bomberos despertó desde muy pronto en acompañantes y espectadores -en un pueblo castigado por la muerte- el sentimiento de la más profunda identificación con el martirizado. Piedad eficacísima que tiene mucho de autocompasión. Cuando las gentes observen aquella efigie bamboleante conocerán al abogado ideal que, habiendo sufrido las mayores torturas, puede -con toda razón- apiadarse de la infamia sobre los oprimidos.



            El culto al Crucificado promovió la principal celebración del año litúrgico en La Unión: el Quinario al Santísimo Cristo de los Bomberos durante la Cuaresma. Aquellas solemnidades alcanzaron particular relieve durante la década de 1920, cuando el escritor Andrés Cegarra Salcedo destacó las del trienio 1923-1925, con la intervención en este ultimo año del celebre Deán de Murcia, don Julio López Maymón, “orador de altos méritos”, “teólogo profundo y consumado filosofo”, gloria de Orihuela. La celebración del Quinario, organizado por la Asociación con el nombre de su titular, perdura hasta las vísperas de la Guerra Civil. Entonces, la prensa local (“Pichi” 29-2-1936) anunció su inicio para el “próximo 4 de Marzo”. Nota singular la del acompañamiento musical: “De los cánticos esta encargado un nutrido grupo de caballeros. La Asociación suplica la asistencia puntual a estos cultos...”.


           
Bomberos y Cruz Roja,

            Se trataba de elementos de nueva introducción en los cortejos pasionarios unionenses. Desconocida su figuración hasta entonces, debutaron -conjuntamente- en los desfiles del Miércoles Santo de 1914.

            Ambas agrupaciones venían a subrayar la función de los grupos de “armados” (judíos y granaderos) e imponían -de nuevo- la vistosidad de sus atuendos, la marcialidad castrense y la sonoridad musical, completando un espectáculo insustituible.



            La Brigada de Zapadores-Bomberos posesionará como tal en casi todos los cortejos del ciclo, al menos hasta 1923. Hasta entonces había lucido con su representación mas destacada, la Brigada con su banda. Aprobado el reglamento del cuerpo según acuerdo municipal de 27-4-1903, Don Andrés Teulón Bisso, acaudalado empresario local, fue su director e impulsor durante 15 años, hasta el 22 de Febrero de 1928. El Ayuntamiento de La Unión aprobaría muy tardíamente el reglamento de la banda de música (30-5-1913) propio de la Brigada. En La Unión, la brigada de Bomberos, con sus músicos, solía reservarse para escoltar orgullosamente -salvo en 1914, cuando abrió paso a los cortejos de Miércoles y Viernes tras la “caballería romana” y los granaderos- el trono de la imagen del Santísimo Cristo encargado por la Institución. Aquel mismo año, también participaron en el sonadísimo “anuncio-llamada” de las procesiones. Su función habitual -insistimos- consistía, tan solo, en acompañar al Crucificado en la noche del Viernes Santo.



            Los méritos de esta agrupación ya habían sido apreciados por los procesionista cartageneros que reclamaron su actuación en los desfiles de Miércoles Santo de 1907 y 1908, escoltando siempre al trono de San Pedro.

            Finalmente, diversas dificultades condujeron a la integración de este servicio en la Cruz Roja local.


El Cristo de La Cruz Roja

            Pese a existencia tan precaria, la contribución de la Brigada de Bomberos al acervo religioso y artístico de La Unión debe considerarse como destacada. Su participación en los desfiles de la Semana Santa unionense se debió a una aportación singular: la talla de un Crucificado -desde entonces Santísimo Cristo de los Bomberos- realizado por encargo de la Brigada que dirigía el referido Teulón. A partir de ese momento, la imagen saldrá a la calle en todos los cortejos pasionarios hasta convertirse en efigie de especial veneración en la ciudad..



            Más prolongada participación semanasantera correspondió a la institución de la Cruz Roja local, tras su introducción como ambulancia en los desfiles de 1914. Tendrá -desde entonces- protagonismo ininterrumpido en los desfiles pasionarios unionenses hasta la actualidad; sobre todo, por razón especial desde 1923, cuando la Cruz Roja se hizo cargo del Parque de Bomberos y atendió la salida procesional del Cristo bajo aquella advocación.

            La Cruz Roja en La Unión desfiló en su versión más vistosa -“ambulancia”, con su banda- en todos los cortejos celebrados en este periodo. Expresivo apunte el que un diario cartagenero dedica a su intervención en la Semana Santa unionense de 1915: “la Cruz Roja, como siempre, con su acostumbrada marcialidad. Es ésta una simpática Institución bien organizada y disciplinada, que aunque no goza del favor oficial, ella entiende que se debe al pueblo y allí donde éste la necesite, allí concurre ella siempre. Ha asistido a las tres procesiones; en las dos primeras cerró marcha y en la del Entierro formó con San Juan, su patrón”. 



            Además, su participación también fue requerida en los desfiles procesionales de Cartagena -al menos- en 1921 (siguiendo al paso de la Magdalena), 1923, 1927 (junto al Tercio de Hebreos y trono de la Oración del Huerto) y 1928 (acompañando al trono de San Juan en el Santo Entierro). Correspondió a la ambulancia de la Cruz Roja, desde su incorporación a los desfiles de La Unión en 1914, cerrar casi todos  los cortejos del ciclo hasta 1927.



Crisis total: el trono del Cristo en “venta por liquidación”.

            Celebrados los últimos desfiles pasionarios en 1927, el movimiento procesionil de La Unión vive -desde entonces- sus horas mas amargas.

            De nuevo, cunden en la década de 1930, con la ciudad en ruinas, ciertos rumores verdaderamente patéticos sobre el resurgir de los Santos Cortejos en la puebla minera. El semanario “Pichi” (1934) recoge la noticia de que “varios señores dispuestos a todo lo que sea dar vida a los pueblos, aunque sea por un día, están gestionando con algunos comerciantes y particulares el que este año se celebren” (procesiones).



            Las razones de este proyecto son exclusivamente económicas: “porque en ese día circularían algunas pesetas que, distribuidas entre comercio, obreros e industriales no vendrían mal”. “En Cartagena, Sevilla, Lorca, Murcia y otras ciudades lucirán este año suntuosas procesiones, y nosotros preguntamos ¿porque no se han de llevar a efecto aquí?”. La respuesta es de esperar: desde hacía algún tiempo, sangrante la herida de la nostalgia por el pasado esplendor, La Unión es un pueblo agotado que parece aceptar de antemano la derrota: “Sencillamente, hemos de reconocer que en cualquier parte menos en nuestro desgraciado pueblo existe ánimo, entusiasmo y buena fe para llevar a cabo lo que se proponen”.



            La terca realidad se imponía definitivamente al ensueño. Veintitrés de Febrero de 1934. El Comité local de la Cruz Roja se enfrenta a una situación económica desesperada que amenaza con hacer desaparecer la Institución. Más adelante sería preciso reducir el sueldo del conserje. Ahora, resulta necesario adoptar medidas drásticas para evitar el desastre. Los miembros del comité decidieron entonces vender parte del patrimonio del Cuerpo, incluso algunos de sus elementos más significativos y emblemáticos. Por no considerarlos de perentoria necesidad, acuerdan reunir y enajenar los instrumentos musicales de su orquesta y disponer la venta del trono del Cristo. Hablamos -claro- del trono del Cristo de los Bomberos, emblema de la institución unionense.



Dicho y hecho. La prensa cartagenera al reclamo de “¡Procesioncitas!”, “pone en conocimiento de todas las cofradías de la región y señores a quienes pueda interesar que, en el domicilio de la Cruz Roja de La Unión, están expuestos para su venta los efectos siguientes: un trono carroza en madera tallada decorado en plata y oro, montado sobre juego de ruedas y completamente equipado para alumbrado eléctrico (...). Perfecto estado de conservación y condición de venta inmejorables. No se admiten intermediarios. Razón: Parque de la Cruz Roja. La Unión”.

            El episodio ilustra una época. La desaparición del magnifico “trono-góndola”, orgullo de la pasionaria local -por necesaria liquidación y con destino desconocido- es el símbolo del inevitable naufragio de los sagrados desfiles y -además- del apagón de la bengala del mito de La Unión.



TERCERA EPOCA : EL RENACIMIENTO (1947-1967)

 La nueva situación

            Los efectos de la crisis de la minería subterránea en La Unión, iniciada en torno a la Primera Guerra Mundial, se prolongan hasta la década de 1950. El efecto inmediato de aquella recesión fue la emigración de miles de familias que hallaron en la huida la única salida posible. La sangría demográfica unionense alcanzo entonces cotas delirantes. Entre 1910 (30.000 habitantes en el censo oficial) y 1924, la población del municipio se redujo a la mitad. El incesante flujo se había intensificado en el quinquenio 1920-1924, cuando se perdieron  10.500 pobladores. De este modo, podemos considerar que el padrón municipal de 1950 señala el principio de  la recuperación. Sin embargo, los 10.131 habitantes censados entonces son -exactamente- la tercera parte de los contabilizados a principios de siglo


           
           Paralelamente, la propia configuración urbana sufre un declive acelerado: las viviendas -innecesarias- abandonadas por los emigrantes son reaprovechadas por la llamada “industria del derribo”, desmanteladas y demolidas para la venta de sus materiales utilizables. El caserío del municipio quedo reducido a menos de la tercera parte de su máxima extensión conocida. Estimamos que más de 5.000 edificaciones de todo tipo cayeron a lo largo del ciclo por acción de  la piqueta. “Sinistro total” -en versión urbanística- pudiera ser el concepto equiparable para definir la situación alcanzada.


            La recuperación de la actividad minera a mediados del siglo XX tiene mucho que ver con la implantación de nuevas técnicas y procesos que permitirán el óptimo aprovechamiento de las riquezas del subsuelo. De este modo, en convivencia con la minería tradicional (subterránea) consideramos la explotación de canteras a roza abierta y el lavado del mineral por el sistema de flotación diferencial como puntales del nuevo auge, algo así como la “segunda edad de oro” de la minería en nuestra Sierra.
 

            En la esfera de lo religioso, este nuevo ciclo cuenta con dos momentos. Durante la posguerra, recuperación de la piedad popular con la constitución de asociaciones orientadas a cultos tradicionales de la Iglesia (novenarios dedicados), tanto en la Parroquia de Nuestra Señora de los Dolores ( El Garbanzal), como en la de Nuestra Señora del Rosario.

            Más tarde, la renovación propiciada por el concilio Vaticano II. Son tiempos de acusada efervescencia en lo espiritual: “cursillos de cristiandad” y “ejercicios espirituales” con capacidad para despertar -incluso- a los espíritus mas refractarios de ambas parroquias. Además, en El Garbanzal, durante la década de 1960, implantación de la pastoral del “apostolado obrero” en el marco de la HOAC (hermandad Obrera de Acción Católica), iglesia militante, fundada en  el “compromiso temporal”, “promoción de la justicia en las instituciones y en las condiciones de vida y de trabajo”, interpretación del Evangelio como llamamiento permanente a la solidaridad.


            
         En otro sentido, el impulso procesionil entre 1947 y 1967 puede vincularse al indudable despegue del sector minero como favorable telón de fondo. Quedaba atrás un intervalo de  -exactamente- veinte años (la procesión del Santo entierro en el Viernes Santo de 1927 clausuró la etapa anterior), que es el mayor de los paréntesis en la intermitente historia de las procesiones en La Unión.



El peso de la historia: el motor de la nostalgia.

            Detectamos en el renacimiento de los desfiles pasionarios unionenses durante la posguerra un argumento indudablemente poderoso: la nostalgia. La crisis inacabada había convertido el viejo poblado minero en una ciudad de supervivientes que añoraban el esplendor perdido. Las “brillantes” celebraciones de Semana Santa de antaño representaban una imagen característica de la pujante postal de La Unión en el recuerdo. Por eso,  las crónicas de los años cincuenta todavía se apoyaron en la referencia a los desfiles suspendidos un cuarto de siglo antes: “las distintas cofradías que integran los cortejos procesionales de nuestra ciudad prosiguen como en anteriores años sus trabajos para que en el presente se supere -hasta llegar el total restablecimiento- de las que  un día llegaron a ser famosos, “porque este año no desmejoren (las procesiones) de las de épocas anteriores (...),interesados en un total resurgir de esta semana pasional” (1950) . Es la palabra del irrepetible Antonio Pagán Ros, uno de los sobrevivientes al naufragio de la villa, conocedor de los antiguos y laureados cortejos de La Unión. Incluso, todavía en 1957, muy avanzado el ciclo, autoridades y vecinos, cofrades y mineros, se afanan en un “propósito indeclinable (...) de recuperar lo perdido...”.



            Esta es la evidencia, todos asisten al nuevo episodio de las procesiones en La Unión como al de un verdadero renacimiento. La recia voz de María Cegarra Salcedo en su “pregón de Semana Santa”(948), desbordante de entusiasmo, concluirá : “volviendo al renacer venturoso de sus procesiones fragantes  resplandecientes, como explosión del mineral en floración celeste,



En busca de un modelo

            La renovación  es forzosa, obligada por las circunstancias. En La Unión, el patrimonio eclesiástico y el de las cofradías habían sido destruidos los días 25 y 26 de Julio de 1936. Tan sólo una efigie magnifica escapó a las llamas, el popular  “Cristo de los Bomberos y Cruz Roja”, insignia de los cortejos de antaño. 

          La imagen del Cristo Salvada del fuego  gracias al valor de modestos camilleros, entre ellos Diego Zaplana Rodriguez (suegro del gran cantaor de flamenco Pencho Cros), hombre   muy pobre  y magnifico campanero en el Templo del Rosario, todo  corazón humanitario que tanto bien hizo a muchos infelices victimas del trabajo,  En palabras de su hijo Juan Antonio Zaplana Ruiz “la noche que un grupo de milicianos fueron a su domicilio a interrogar a su padre sobre el paradero del Cristo, este de miedo se orino en los pantalones; pero nada dijo sobre su escondite". Lugar ignorado en donde permaneció hasta el final de la contienda bélica.


            
          De modo que -partiendo de cero, o casi- se ofrece a los cofrades la posibilidad de configurar un cierto “modelo procesionil” propio. Por primera vez,  en la historia de los desfiles pasionarios de La Unión se detecta  claramente el propósito (logrado sólo en parte) de encontrar una “identidad propia” para las celebraciones de Semana Santa, proyecto ajustado a la particular idiosincrasia de la ciudad. ¿Qué queremos ?, ¿hacia dónde vamos ?, ¿qué hacer ?. La “identidad minera” de la ciudad ofrecía el sello inconfundible para unos desfiles únicos. De esta manera, el tópico minero es adoptado como emblema del nuevo ciclo pasionario.

            No fue tarea fácil. Todavía diez años después del resurgir, el articulista de “La Verdad” (1957), reconociendo la oscilante trayectoria de los desfiles unionenses se pregunta: “¿encontrará al fin la Semana Santa de La Unión, frente a tantas tentativas y ensayos sus autentica hechura minera, su verdadera y definitivo sentido al que por tradición y  solera esta llamada?. Y María Cegarra: “porque minera es La Unión, por esencia, presencia y potencia. Sus cuatro costados están abiertos a las minas, al ensordecedor laboreo, al acre  olor  de los lavaderos. Si no fuera por el radiante sol de reverberaciones cegadoras, con la tierna línea del mar cercano, el perfil de la sierra, alcanzaría tonalidades de Calvario” (1958)



           Esta era la respuesta, se encontraba en el atormentado paisaje de La Unión, convertido en escenografía ideal, vivo telón de fondo, para la primera procesión de esta nueva época en la mañana de Viernes Santo de 1947. Entonces, en efecto, “la sierra se convierte en Gólgota”, de modo que las posibilidades estéticas del abrazo entre el piadoso cortejo y la rudeza del entorno deben ser explotadas.

            De nuevo,  María Cegarra: “Acaso porque (en La Unión) todo esta preparado de antemano: la línea dura del paisaje, el soplo azul desde los montes ásperos” (1954). Imagen ineludible también subrayada por Asensio Sáez: “paisaje que levanta desolados gólgotas, montes calcinados, cerros pelados y minerales, que evocan cabalmente el otro Gólgota de la gran Tragedia” (1954). Y, de nuevo, “desfiles procesionales a los que la desnudez y grandiosidad de la Sierra Minera presta incomparable marco”.


            
            Alguien lamentaría -sin embargo- que el incomparable “marco de la minería” aún no hubiese sido aprovechado plenamente como recurso estético “que tantos beneficios podría reportar a La Unión organizando seriamente unos desfiles procesionales plenos de color y clima minero” (1957) .

            No solo estaba el paisaje. De nuevo, magnífica, la sensibilidad de María Cegarra nos descubre nuevos ámbitos,  “La Semana Santa y el olor” (1955): “La Unión tiene ahora, en algunos momentos, un olor peculiar. Cuando los grandes camiones cargados de mineral cruzan su arteria principal, dejan un olor leve, distante, de desconocidas almendras amargas. Es el cianuro empleado en la flotación. Esta estela de La Unión se une a su Semana Santa. El olor de mineral junto a las corolas palpitantes, al lado de la flor de almendro -mariposas dormidas a los pies de la Soledad- dentro de los cálices melosos y escondidos, envolviendo la túnica morada de Jesús, haciéndose espinas y aromas para San Juan Evangelista (...). Con las campanas de la Resurrección se muestran los aromas, se encierran los pasos, se guardan las túnicas y platas. Se apagan los cirios. Y por los mismos caminos que La Unión le ofreció al Crucificado y a su Madre solitaria y llorosa, corre incansable, tenue, lejano, un olor amargo y metálico, de desconocidas almendras...”.



            Sin embargo, a pesar de tan notables recursos, concluyendo el periodo, una voz representativa testimonia -con toda franqueza- el fracaso de este proyecto procesionil autóctono. Así, Pedro Pedreño Pagan, Presidente de la Junta local de Procesiones, manifestó en 1966: “quiero ser sincero. Yo nunca estuve conforme con la trayectoria que seguían nuestras procesiones, pues una mala imitación nunca responderá a lo autentico, y nosotros no hemos sabido aprovechar las características especiales en el paisaje que rodea a La Unión. Por ello tenemos constituida una comisión artística que cuidará de dar a nuestras procesiones un sello de nuestra sensibilidad”. A continuación, plantea la búsqueda de un equilibrio casi imposible: “Queremos llevar a las procesiones un espíritu de autentica manifestación de fe, dentro de la mayor austeridad y del buen gusto que, sin perder el sabor tradicional, lleve a pensar con mayor hondura en lo que representa esa estampa evangélica”.

            En efecto, salvando algunas  aportaciones originales, vino a triunfar -de nuevo- el fácil mimetismo del  (¿inevitable?), tan próximo, tan arrollador, tan aclamado... patrón cartagenero.



Las “cofradías históricas”

Real Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno.

Presidente: Juan Manuel Barrionuevo (1947). Luego, con tinte gremial a la antigua usanza, la cofradía fue representada por los comerciantes locales (Antonio Albaladejo, Juan Pérez Montero, Antonio Martínez Vivanco, Saturnino Cler, etc.).        
Depositario: Antonio Albaladejo (1950-1952)

Imagen titular : Obra de José Alfonso Rigal, escultor de origen valenciano casi desconocido, adquirida a la Cofradía Marraja (Cartagena) en Abril de 1945 por 700 pesetas, después de desfilar -hasta entonces- en los cortejos de Cartagena, reemplazando allí, provisionalmente, a la efigie destruida a comienzos de la Guerra Civil. La figura fue conocida popularmente como “El Zocato” ó el “Cristo Zocato”, debido a la anormal posición con la que la asía (con el brazo izquierdo y apoyado sobre el hombro derecho). Al parecer, tal error, se debió a la copia del gesto a partir de una foto obtenida del revés del negativo (cliché). En 1957 se dispuso la recolocación de la cruz y la nueva posición de los brazos.



Sudario: de terciopelo morado bordado en oro.

Tercio de penitentes. Vestuario: capirote negro, túnica morada, cíngulo dorado, guantes y zapatos negros.

Innovaciones y reformas:
1951.  Restauración del sudario.
1952.  Estreno de capas de raso negro para el Tercio
                                    Estreno del cartelaje del tono
                        1953.   Nueva túnica para la imagen
                                   Novenario en honor del titular.
                        1963    Adquisición de tres “potencias” a una importante orfebrería de Málaga



Cofradía del Santísimo Cristo de los Mineros.

            Hasta 1958, conocida como del “Cristo de los Bomberos y Cruz Roja”.

            Presidente: el correspondiente de la Asamblea local de Cruz Roja (Enrique Viviente Rael, José Garrido, entre otros). Colaboración de las damas de Cruz Roja presididas por Doña Manuela Saura.

            Imagen titular: Escultura de José Jerique, 1913.

            Trono: Casa Gómez.

            Sudario: terciopelo rojo bordado en oro, obra de la Casa Lucas de Murcia (1951)

            Tercio. Vestuario: confeccionado por Sastrería Vilar (Cartagena), 1952. Capirote negro, túnica encarnada, fajin negro con el emblema de la Cofradía bordado en oro, guantes blancos y zapatos negros.

            Reformas e innovaciones:
1959    Cruz de guía
                                   Juego de cien tulipas para el trono
                                   Vestuario en raso rojo y negro para el Orfeón
                        1960    Nuevo vestuario del Tercio



 Cofradía de la Santísima Virgen de la Caridad

            Presidente: Vicente Plazas (de presencia imponente, que a su elevada estatura unía una vestimenta original: túnica de terciopelo azul oscuro). Mas adelante fueron sus responsables directivos de los talleres “La Maquinista de Levante” (Simón Barcelona, Antonio Jiménez, José Ramón Ballesta, Salvador Martínez Bastidas). Desde entonces, todo el personal del tercio, así como el mantenimiento del paso (con cuota mensual de 50 céntimos de peseta) correspondió a “La Maquinista” (Sociedad Peñarroya). Destacada participación de Doña Ascensión García.

            Imagen titular: Escuela de Olot, 1942

            Sudario: de raso azul, bordado en los talleres de la Señorita Escámez (Cartagena), 1949.

            Tercio. Vestuario: túnica gris perla, capirote y cíngulo azul cobalto, sandalias y guantes blancos.

            Innovaciones:   1949. Nuevo trono
                                     1951 Estreno de “4 gigantescas ánforas de plata”, cedidas por el Presidente D. Vicente Plazas .



Cofradía de San Juan Evangelista

            Presidente: Pedro Parrado (hasta 1960)
                                Juan Jiménez (hacia 1962)
                               Diego Belmonte Mateo
            Vicepresidente: Julián Hernández.

            Imagen titular: obra del escultor de origen valenciano José Alfonso Rigal, adquirida a la cofradía Marraja (Cartagena) en Marzo de 1947 por 600 pesetas, después de desfilar en los cortejos cartageneros entre 1940 y 1943, reemplazando allí -provisionalmente- a la efigie destruida a comienzos de la Guerra Civil. Comprada por el empresario minero Don Miguel Celdran, era custodiada en su propio domicilio. Antes de la procesión, envuelto en una sábana, era transportado a pie, hasta la Iglesia del Rosario, por dos personas. Después del desfile regresaba, del mismo modo, a casa de los Celdran. Hacia 1961, procesionada ocasionalmente por la cofradía de Los Estudiantes, a punto de regresar a la iglesia, la imagen cayó al suelo desde la elevada altura en que se encontraba en el trono, y sufrió -tan sólo- la rotura de un dedo fácilmente reparado.



            La marcada policromía del rostro de la imagen oficio razones al ingenio popular para apodarlo como: “el Segador”, el “Gitano”, el “Apache” y el “Piel Roja” (las dos últimas denominaciones tienen origen cartagenero).

            Trono: la antigualla cedida por los procesionistas cartageneros (ruedas de carruaje con aro de hierro), dio paso al nuevo trono (1964) diseñado por Julián Hernández y construido en la carpintería Serrano de La Unión, con tallado especial de Antonio Navarro. Lacado y dorado por 10.000 pesetas, fue equipado con ruedas neumáticas.

            Sudario: Confeccionado en el Asilo de Huérfanas de Mineros de La Unión en raso blanco y oro (1949)

            Innovaciones y reformas:

                        1949    La imagen estrena la corona y el bordado de la capa.
                        1951    Trono restaurado
                        1952    Trono nuevo
       1964    Nuevo vestuario para el tercio, con preciosas capas de raso rojo confeccionadas bajo la dirección de Maruja Heredia. Además, los antiguos hachotes blancos de madera con llama simulada, fueron sustituidos por otros de tubo niquelado, realizados en el taller de Rogelio (Plaza Castelar, La Unión), con águilas de hierro pintadas en oro confeccionadas en los talleres de las cocheras de Peñarroya S.A. por  Julián Hernández y otros operarios.          

            Tercio. Vestuario: túnica de viscosilla, capirote y sandalias blancas (rojas desde 1951), botonadura y cíngulos rojos. Botonadura negra, cíngulo blanco y calzado de libre elección hacia 1962)       



Cofradía de la Santísima Virgen de los Dolores (“La Dolorosa”)

            Presidentes:   Francisco Bernabé Guzmán (1947)
                                   José Saura Navarro (1955)
                                   Alejandro Espejo García (1962-1967)

            Imagen titular: inicialmente, cedida por los procesionistas de Cartagena. Le sucedió la efigie conocida popularmente como “la Chata”, de pobre ejecución, finalmente sustituida por la imagen que, con el trono dorado, fue obra del imaginero Rafael Eleuterio. En una ocasión desfiló la efigie de Nuestra Señora de los Dolores, patrona de El Garbanzal.

            Sudario: de terciopelo azul bordado en oro (raso azul con el emblema de la cofradía, 1951).
            Tercio. Vestuario: Túnica de viscosilla azul plomo, capirote y cíngulo encarnados, guantes blancos, sandalias “oro viejo”

            Innovaciones y reformas:
1949    Trono nuevo de los Talleres Sáez, según en boceto de S.G. con magnifico juego de bombas.            
         1951    Nuevo manto, “riquísimo” de terciopelo azul, profusamente bordado en oro 
      1955 Inauguración del retablo de la Virgen Dolorosa en la Parroquia Virgen del Rosario 
( 4-9-1955). Importe, 7.000 pesetas, obra de Jerique (hijo).
            1957    Solemne novenario en honor de la titular. Vía Crucis cuaresmal
            1958    Nuevo estandarte
            1960    Aumento del número de penitentes.
            1962    Imagen de vestir y trono -nuevos- obra de Rafael Eleuterio



Los nuevos cortejos
La “Procesión del Silencio” (1951-1957) (10)

            Durante el cuatrienio 1947-1950, los desfiles pasionarios de La Unión se limitaron al de la “Procesión General”, un solo cortejo, en la mañana del Viernes Santo.

            La primera gran innovación del ciclo se produce en la Semana Santa de 1951: es la “procesión del silencio”, igual denominación que la del desfile único promovido en la noche del Jueves Santo de 1927, fin de la etapa anterior, hacía un cuarto de siglo.
            Distintos en la estructura, ofrecían un fondo común en su concepto. Con ambos proyectos se tejía una “cierta tradición” en la pasionaria minera: la pretensión de interiorizar ciertas representaciones sublimando la emoción, forzando hasta el extremo algunos elementos externos. Así, la publicidad del desfile subrayo “el carácter de severidad y penitencia de esta procesión”.


Diez de la noche del Jueves Santo en La Unión entre 1951 y 1957. En cabeza, sudario y tercio de penitentes alumbrantes, trono de Jesús del Prendimiento -que estrenó túnica en aquel primer año- y representación de las cofradías de Viernes Santo con sus estandartes; a continuación, sudario y tercio de penitentes correspondientes al tono de la Virgen Dolorosa.

Tan sólo dos imágenes, pero “efecto conmovedor” inducido por ciertos elementos adicionales: la noche envolvente; el ruego del “mas respetuoso silencio” al paso del cortejo; la palpitante iluminación de los tronos, toda de cera; sólo el toque contenido del “tambor con sordina” entre el Cristo y la Dolorosa, y el golpeteo de los hachotes. Finalmente, el apagón del alumbrado público y doméstico al ritmo del propio desfile, decisión adoptada por la Junta de Cofradías, autorizada y asumida por el ayuntamiento.

En 1958 la “Procesión del silencio” fue sustituida. No se trataba, sin embargo, de un paso atrás, sino de una nueva “vuelta de tuerca” a favor de la emoción y del refuerzo de la definición minera de la Semana Santa unionense. El relevo se llamó “Procesión del Cristo de los Mineros”.



La “Procesión del Cristo de los Mineros” (1958-1967)

            Desde 1947, renacimiento de la procesiones en La Unión, hasta 1957, el “Cristo de los Bomberos y Cruz Roja” desfiló -tan sólo- en la llamada “Procesión  General” en la mañana del Viernes Santo. Esta imagen fue la única que sobrevivió a la quema de efigies en los albores de la Guerra civil, rescatada decididamente por miembros de la Cruz Roja local.

            El Crucificado se había convertido en objeto predilecto de la devoción popular desde su adquisición en 1913. De modo que, a la conclusión del conflicto, en los primeros años de la dura posguerra, se celebra -como un acontecimiento estelar- la inauguración de la capilla consagrada al Cristo.

            En Marzo de 1941, en acto presidido por el Alcalde, encabezando una larga lista de personalidades locales, acudió el pueblo “llenando la Iglesia del Rosario”. No faltó la parafernalia militar, tan presente en la vida española de aquellos años: “rindió homenaje una sección de infantería con armas,  al frente con su alférez, dando guardia al altar”. Máxima solemnidad en la liturgia : Misa cantada del maestro Pereni, coro de señoritas, acompañamiento de órgano y elocuente sermón del coadjutor Domingo Martínez exaltando “a los humildes camilleros de Cruz Roja que salvaron la imagen trasladándola al domicilio social”. Al terminar, adoración del Cristo besándole los pies y -en seguida (quien manda, manda)- ágape reservado a las autoridades en el Café Moderno.



            La figura del Cristo, fue convertida en 1958 en emblema de los desfiles pasionarios unionenses, seña de identidad (intransferible) con la creación de la “Procesión del Cristo de los Mineros” en la noche del Jueves Santo. El cortejo sustituyó -desde ese momento- a la llamada “Procesión del silencio” promovida hasta entonces, según otro proyecto “generalista”.

            Sin embargo, la originalidad del desfile no era absoluta. Dos años antes que en La Unión, la cartagenera cofradía California había acordado -en cabildo extraordinario de 14-3-1956- la celebración de una nueva procesión, denominada -precisamente- del Cristo de los Mineros” a instancias y por deseo expreso del Hermano Mayor, el poderoso empresario minero Francisco Celdran Conesa” .



            Significativamente, el Hermano Mayor californio había invitado al Ayuntamiento de La Unión a asistir a aquella primera procesión del “Santísimo Cristo de la Fe de los Mineros”, celebrada a partir de las seis de la tarde del 31 de marzo de 1956. Los miembros de la corporación unionense acuerdan acudir en la medida de lo posible. El Alcalde, Francisco Barrionuevo, sí anuncia su presencia, comprometido también con la invitación de la Cámara Minera, como destacado miembro de la misma

            El propio Francisco Celdran había prometido “la incorporación del Cristo de los Minero (de La Unión) tanto en la procesiones  cartageneras como en las unionenses” : “de aquí  marcharía cada año a su otra procesión de Cartagena, la ciudad hermana, para volver aquí de nuevo” .

            No hubo tal desfile de “nuestro Cristo minero” en Cartagena. Al parecer, sólo desacuerdo en el previsto préstamo del “baja y sube” de la imagen, trasiego acelerado, entre La Unión y Cartagena. Los californios sacarían una efigie de discutida calidad artística y los procesionistas de La Unión decidieron organizar -sin concesiones- otro desfile propio, presidido por la figura del Cristo, antes “de los Bomberos y Cruz Roja”,  desde entonces, “Cristo de los Mineros”.



            Fue el Jueves Santo, 3 de Abril de 1958,  a partir de las diez de la noche, hora de salida de la primera procesión llamada del “Cristo de los Mineros” de Templo del Rosario.

            El nuevo desfile fue saludado por la prensa como un verdadero acontecimiento; y, en efecto, suscitó una expectación extraordinaria, hasta el punto de que, en aquella ocasión, contó con la participación -a guisa de invitados, integrantes de la comitiva- de representantes de todas las cofradías locales y de Cartagena con sus respectivos sudarios. Tal fue la relevancia concedida al evento, convertido -con toda premeditación- en elemento capital de las procesiones de Semana Santa unionense, máxima expresión de la -tan pretendida- “identidad minera” de los cortejos.

            Sólo un paso, el de recuperado “Cristo de Jerique, instalado sobre un “espléndido trono de claveles y lirios con profuso alumbrado de cirios al que sumaba una discreta iluminación eléctrica indirecta”. Nerviosismo. Suspense. Amenaza de lluvia “hasta momentos antes de iniciarse el cortejo”. Sin embargo, finalmente, los elementos fueron propicios, de modo que el desfile transcurrió “lenta y solemnemente bajo una autentico tiempo primaveral” .


          
            Abriendo el acompañamiento, guiones, tambores y escuadra de gastadores de la Cruz Roja. A continuación las representaciones cofradieras, penitentes y la Cruz de Guía. Luego, el gran espectáculo humano: cientos de mineros figurantes en la procesión (ordenados en dos filas), unos doscientos en aquella primera ocasión. Vestían “ropica limpia” (el minero decía: “voy a ponerme limpio que me voy a la procesión”). Algunas empresas mineras ofrecieron facilidades para fomentar el desfile de sus obreros; así, la mina “En el Tranvía” y la Sociedad Zapata Portman, entre otras.

Ciertos facultativos - Andrés Canovas, Ángel Parras, Gordillo, Castro- se integraron en la celebración hasta promover la participación de buena parte de sus empleados que portaban a hombros el trono del Cristo. Tal era el propósito anunciado en 1959, “la construcción de un suntuoso trono que será portado a hombros por 50 mineros, pero al no ser posible para esta Semana Santa, este año la imagen desfilará sobre un trono provisional espléndidamente adornado de claveles rojos y cuyo alumbrado estará compuesto exclusivamente de cera”.



            La participación de los trabajadores de la Sierra -aún siendo importante durante los primeros años- no era generalizada. Por ejemplo, no se conoce la intervención de representantes del importante grupo minero del “Cabezo Rajao”. Los mineros portaban el característico “carburo” (“carburador”) encendido, elemento de iluminación en sus trabajos, convertido ahora en insignia característica del nuevo cortejo pasionario. Cada obrero recibía -antes de la salida-, a la puerta de la iglesia una ración suficiente (un cuarto de kilo) de carburo (de calcio, combustible) para mantener encendida la lámpara durante el trayecto. Algunos mineros portaban también picos, palas y diversos instrumental. Hubo -incluso- quien -alardeando- desfiló cargado con un martillo neumático perforador de los empleados para emboquillar los barrenos.

            Tras ellos, el Orfeón del Asilo de Huérfanas de Mineros dirigido por la pianista Anita López García. Tal agrupación estuvo integrada por 30 chicos y chicas luciendo túnicas de raso blanco. Después del estreno, las mejoras. En 1959 se dispuso la confección de 40 equipos en raso rojo y blanco para los miembros del orfeón local



 Al elemento musical debe sumarse entonces las espontánea interpretación de saetas a lo largo de todo el itinerario y la magnifica orquesta.

            Seguían, en la comitiva, el trono con la imagen del titular, la presidencia oficial, clero y promesas. Cerrando el desfile -a modo de escolta- la institución responsable de la custodia del Cristo, Cruz Roja local representada por un piquete con banda

            En 1965, el paso del Cristo fue saludado con saetas interpretadas por dos artistas excepcionales, Isabel Díaz (“La Levantina”) y Antonio Rodríguez, “Morenito de Levante”. Años mas tarde (1970), “Morenito” gana el Festival del Cante de Las Minas, obteniendo la “Lámpara Minera” que deposita a los pies del Cristo de los Mineros. -“Se la prometí el Jueves Santo. Cuando pasó el Cristo por mi vera, le dije simplemente: si gano, el trofeo es tuyo”.



Algunas de las coplas al Cristo de los Mineros

“Carburos de dos en dos,                    “Ay Cristo de los Mineros,                “Déjame que coja al Cristo
De cuatro en cuatro luceros,              échame tu bendición.                          con mis brazos de minero.
Van alumbrando en La Unión           ¡Mira que soy de la Sierra,                  En cuanto nos hemos visto
Al Cristo de los Mineros                    mira que nací en La Unión!”             me ha llamado compañero”
Que pasa en la procesión”

El cronista de la primera procesión del Cristo de los mineros no dudo en calificar como “sobrecogedor”, “impresionante desfile” aquel cortejo: “no venia a ser un espectáculo mas o menos brillante sumado a un programa de desfiles pasionarios, sino algo mucho mas conmovedor y definitivo” y, también, “inolvidable espectáculo cargado de religiosidad y hipismo”, “procesión sin brillos, sedas y oropeles. No es esta una brillante procesión que sale a la calle con miras a la fácil admiración costumbrista, cortejo espectacular que busca el aplauso” (1965). Todavía concluyendo el ciclo, en 1967, el periodista califica el peculiar microclima emocional que la procesión produce a su paso “en medio de una suntuosidad expectante, de un escalofrío humano generalizado”.

            Una de las claves de aquel impactante “efecto único” consistía en el acuerdo de apagar el alumbrado público y doméstico al paso del desfile, tal y como se venia haciendo desde 1951 en la sustituida “Procesión del Silencio” : tan sólo el resplandor de los centenares de puntos de luz portados por los mineros, y de la cera del propio trono y de los penitentes. Con ellos, la recia música de cornetas y tambores, el golpeteo de los hachotes marcando el ritmo, las voces del Orfeón. Al decir de los testigos, aquella suma de elementos, al paso por la calle Mayor -superada la medianoche- componía -por su grado de emoción- “la más bella e inolvidable estampa de la Semana Santa minera” (1958).



              Tras la poesía de los primeros compases, el espejismo : la masiva integración inicial de los mineros en el cortejo (hasta el millar en los años de mayor participación)  fue descendiendo-con el curso de unos pocos años- hasta tropezar con serias dificultades para encontrar portapasos que -en numero suficiente- pudiesen levantar el trono. Así lo confirman los testimonios personales, entre ellos el de una niña que -hacia 1966- esperando en la calle Mayor, junto a sus padres ,  la procesión del Jueves Santo, supo de los problemas para “sacar  al Cristo” porque no había voluntarios suficientes que quisieran portarlo. Por eso, a finales del ciclo (1967) fue necesario equipar un paso nuevo con ruedas para garantizar -así- su salida, “procesión minera a medio gas”).
                                                 
El esfuerzo económico

                    En 1947 resurgen los desfiles pasionarios en La Unión. Hay que rehacerlo casi todo. El antiguo patrimonio eclesiástico y cofradiero había sido destruido e, incluso, puesto en venta. Tal fue la bandera de la crisis. De modo que el nuevo ciclo nace bajo el signo de la “reconstrucción”. Es la evidencia reconocida por todos.

                En 1949, María Cegarra Salcedo lo testifica: “de gigantesco puede calificarse el esfuerzo de los procesionistas unionenses la reconstruir su magnifico desfile pasionario (...). Tercios de capirotes, varales, insignias, bordados, tronos, sudarios, imágenes, en magna labor de  superaciones y entusiasmos” (29). Algunos años después, Asensio Sáez, recogerá -todavía- el sentimiento de lo renacido : “La Unión ha sabido actualmente del esfuerzo, del sacrificio y el desvelo para construir otra vez este pequeño milagro, su nueva y todavía modesta Semana Santa” (1954).



                Es un esfuerzo no disperso, sino volcado sobre objetivos concretos y necesarios: “La maravillosa colección de imágenes, destruida, de Roque López y Sánchez Araciel, ha sido sustituida por otra de imagineros modernos; se han vuelto a bordar mantos y estandartes, a confeccionar túnicas y capirotes, a construir nuevos tronos” (1954). De nuevo, María Cegarra: “Y han surgido, súbditos de la nada, cinco “pasos” como cinco sueños, sencillos y bellos (...), imágenes todas de reciente adquisición, menos el Cristo, salvado con amor y conservado primorosamente por la Cruz Roja” (1948). Donaciones, préstamos y adquisiciones, a la Escuela de Olot y a la Cofradía Marraja de Cartagena (imágenes de Jesús Nazareno y de San Juan, obras de Rigal).  Detallamos la renovación imaginara en el análisis de las cofradías.

                  A la forzosa reconstrucción es preciso sumar las reformas necesarias y continuadas, propias del singular mundo procesionil -siempre sujeto a cambios y mejoras- y a la “ley de la novedad”, estimulada por un cierto sentido de la competencia. El Presidente de la Junta local de Procesiones, Pedro Pedreño Pagán, señaló en 1966 los “cuantiosos gastos en flores y músicas” (bandas), hasta el punto de que “nos impide innovaciones de altura”. Conclusión: hace falta dinero para lucirse. Y los recursos necesarios se obtienen de modo muy diverso.

                  Se advierte, por una parte, el papel fundamental de ciertas fortunas locales, a modo de “mecenas” de los nuevos cortejos y que detallamos en el correspondiente análisis de las cofradías. La prensa reconocerá el “rasgo de determinadas personas que han contribuido con su generosidad a la mayor brillantez de esta suntuosa procesión” (1949).



                 Existe -también- otra vía de ingresos ordinarios regulares, las cuotas de los propios cofrades “que mantienen los tercios ayudando cuanto pueden” (1966). Cincuenta céntimos de peseta es el importe de la cuota mensual de los cofrades de la Caridad. Otro caso particular, objeto predilecto  de devoción por los obreros de la mina es el Cristo de los Mineros. José Díaz Rodríguez, minero de oficio, testimonia en 1960 a cerca del “donativo que los obreros vamos dejando mensualmente para las cofradías” y propone que se añada “por parte de las diferentes empresas un sueldo fijo (de pago) semanal que podría ser de 36 pesetas (diarias) ” (cantidad simbólica equivalente al salario mínimo interprofesional del momento). “De este modo, los ingresos serian bastantes y el Cristo saldría con muchas mejoras”).

                Otra forma de allegar recursos para “sacar las procesiones” de entonces: talonarios para postular en los establecimientos (cines y bares), gravando cada consumición con 10 céntimos de peseta a beneficio de los desfiles. Estaban, por otro lado, los mas socorridos sistemas de rifas y loterías, así como los recursos extraordinarios provistos por espectáculos benéficos: en 1954 Don Cayetano Martínez Heredia cedió el “Cinema Mery” -de su propiedad- “con objeto de recaudar fondos para el mayor lucimiento de los desfiles procesionales (...), sufragando -además- la mitad del coste de la película”.

              En 1956, la creciente aportación municipal alcanza ya las 3.500 pesetas. Es el momento en que sale a la calle -por única vez- la “Procesión del Resucitado”. Será -sin embargo- un año después (1957) cuando la intervención del Ayuntamiento se torne decisiva. Entonces, el presidente de la Junta local de Procesiones había “arrojado la toalla”; era su propósito “evitar que en el presente año se origine otro déficit como el del año anterior”. Iniciadas las gestiones oportunas para procurar los medios económicos necesarios, el resultado fue decepcionante -“infructuoso”- de modo que adoptó la resolución de suspender los desfiles de aquel año

              Enterada la Corporación, acuerda designar a los concejales Manuel Peñalver Arroniz y Dámaso Sánchez Manzanares como miembros de la Junta (15-3-1957), con función petitoria-postulante, “a fin de proveer los recursos necesarios con objeto de que puedan celebrarse, si fuera posible en el presente año, por considerar que podrán obtenerse todavía, aportaciones que cubran los gastos necesarios para ello”. La eficacia de estas incorporaciones fue inmediata. Apenas dos semanas mas tarde, la prensa celebra la noticia: finalmente, si habrá procesiones. Azuzados por aquellos representantes municipales, las empresas mineras y los comercios contribuyeron indispensablemente a la salida de los cortejos



   Una anécdota de aquel tiempo del modo de actuar de estos representantes en sus peticiones de ayuda, la podemos encontrar en lo sucedido con una empresa minera, a la que se le rechazó su aportación por exigua (250 pesetas), y a la que se le dijo tendría en cuenta el vertido ilegal de fangos mineros que estaban escapando por la rambla dirección al Mar Menor. Ante tales argumentos, la empresa se mostró mucho mas generosa y dispuesta a abonar cuanto fuese necesario.
   
              Desde  1960, la aportación municipal a la pasionaria unionense es de 8.000 pesetas, distribuidas “equitativamente entre las cofradías que integran dichas procesiones”. Tiempo después (1962), el nuevo alcalde, Esteban Bernal Velasco también empresario minero, se muestra “dispuesto a colaborar económicamente en  mayor cuantía que otros años”, y ofrece un interesante nuevo punto de vista: “seria conveniente establecer algunas modificaciones para mejorar el programa del Jueves Santo en que figura la llamada procesión del Cristo de los Mineros”, considerada -también oficialmente- como “la mas emotiva de nuestra localidad”).

              Las novedades no tardarían en producirse. Consistieron en el incremento del total de la subvención -hasta alcanzar las 15.000 pesetas-  y en privilegiar el desfile del Cristo de los Mineros, a cuya cofradía se destinan -específicamente- 3.000 pesetas. El alcalde defendió con éxito su criterio: “debe prestarse mayor colaboración a la procesión del Jueves Santo, del Cristo de los Mineros, preciosa imagen por la que se siente extraordinario fervor en la ciudad, que encarna tradicional y espiritualmente el simbolismo de la cuenca minera principalmente” (1964).

              Tres mil duros importó la dotación anual del Ayuntamiento a los cortejos unionenses hasta la conclusión del ciclo pasionario en 1967. Al año siguiente, reducidos los desfiles a la sola procesión del Cristo, desprovisto de toda pompa, su Cofradía recibió la asignación oficial de 3.000 pesetas.



Los nuevos poderes: la difusión de los desfiles y los medios de comunicación.

              El ciclo semanasantero unionense iniciado en 1947 es el primero en ser tratado con relativa exhaustividad por la moderna prensa regional murciana. El renacer de la pasionaria minera se convierte en objeto de interés para el periodismo escrito en nuestra región: “La Verdad”, “Línea” y “El Noticiero de Cartagena” fueron sus principales heraldos.

              Desde finales de la década de 1940, las firmas de los escritores María Cegarra Salcedo y -luego- de Asensio Sáez García se suman a las paginas de aquellos diarios con ocasión del renacimiento de los desfiles en La Unión. La magnífica prosa poética de ambos artistas, repleta de imágenes ricas en plasticidad, confiere a aquellas  crónicas -a veces, tan sólo apuntes (también en los dípticos  publicitarios editados al efecto)- una calidad literaria no superada desde entonces.

              La celebración de los cortejos se reviste -gracias a este esfuerzo- de una “doble dignidad”. Incorporado luego el corresponsal Pascual García Mateos, expresan, en todo caso, un punto de vista idealizado e idealizante que “imprime carácter”. De modo que, nunca las procesiones de La Unión fueron -sobre el papel- más “genuinamente mineras” que en la particular visión de aquellas plumas. Por eso, en nuestra investigación, hemos utilizado palabras prestadas por ellos en un afán de acercamiento a la realidad histórica de los desfiles y a la mentalidad con  que fueron contempladas.

              Habrá que esperar a la agonía de este periodo (1966) para que el Presidente de la Junta de Procesiones descubra, con sinceridad, através del diario “Línea”, las debilidades del engranaje pasionario en la ciudad minera.


             Asistimos, por otro lado, a partir de la década de 1950, a una más eficaz difusión de los desfiles en los medios escritos. Los principales diarios regionales publican “suplementos especiales” con profusión gráfica y literaria sobre los santos cortejos hasta de los pueblos mas pequeños. Reina una evidencia, un paso más en la evolución de las celebraciones de Semana Santa. El espectáculo se transforma en producto -objeto de venta, promoción y mercadeo- en la gran máquina de la nueva industria nacional, el turismo.

              Las procesiones de La Unión se incorporan al circuito del “typical spanish”. Por eso, desde el 29 de marzo de 1959, el desfile del Cristo de los Mineros es calificado como un “inolvidable espectáculo cargado de religiosidad y tipismo” porque contribuye a conformar el acreditado lema que hará furor sobre la “diferencia de lo español”.

              El tópico minero unionense comienza a ser reconocido por la prensa regional y la Semana Santa se ofrece como uno de sus principales reclamos. Edición de folletos publicitarios a parte, al menos desde 1954, el Ayuntamiento de La Unión -como tantos otros, práctica habitual (“marketing” al uso)- pagará por la publicación de reportajes promocionales sobre sus desfiles en los medios escritos: entre 1.000 y 1.200 pesetas al diario “Línea”, la tercera parte de la aportación municipal a las cofradías a finales de los años cincuenta.

              Desde atrás -año 1948 y siguientes-, de modo oficial u oficioso la Semana Santa unionense cuenta con su “pregón”, publicado en prensa o sobre folleto ilustrado. En la década de 1960, este elemento se regulariza e impulsa. Por otro lado, recuperando añejas tradiciones, en 1963, se retoma la figura del “anuncio” ó “llamada”, cuando  “un vistoso cortejo acompañada de banda de música recorrerá las calles de la ciudad anunciando las procesiones”.



              En aquel mismo año, redoblada presencia pregonera en forma de alocución. La “terraza de verano” (Cinema Mery) fue escenario del correspondiente pregón procesionil unionense a cargo del escritor paisano D. José Orihuela. También la radio se suma al anuncio de los desfiles. “Radio Atalaya”, emisora de la jefatura Local del Movimiento en La Unión transmite, a las tres de la tarde del Domingo de Ramos de 1963, el pregón oficial de la Semana Santa unionense, con guión original de José Ramón Ballesta, Presidente de la Junta de Procesiones. El anuncio fue nuevamente difundido a las ocho y media de la tarde en el programa “El Café de José María”, de claras connotaciones jondas (en nuestra tierra).

              Publicidad de estrategia mixta en 1962, “marketing global”, en la difusión de las santas celebraciones a través de medios orales y escritos: reparto de millares de ejemplares del pregón pasionario por las calles; luego, “avance radiofónico de la Semana Santa en La Unión” por la emisora local.

              Y Así, hasta cruzar fronteras. Antonio Pedreño Pagan testimonió que -hacia 1967- un redactor de Radio París -Andrés Caen- habitual en las ediciones del Festival del Cante de las Minas y en los desfiles de Semana Santa de La Unión, estuvo radiando durante tres domingos un espacio nocturno dentro de la programación en español de aquella emisora. Alguien le había hablado -muy en especial- de la singularísima procesión de Jueves Santo, la del Cristo de los Mineros. Grabaciones originales, con inclusión de saetas y comentarios propios, componían el cuerpo principal de aquellos programas  



              Y, junto a la radio, la mismísima Televisión Francesa (1963) -informa García Mateos- filmó la procesión del Cristo. Es el despertar de un mundo nuevo penetrado por todos los medios de comunicación y ocupado por una influencia nueva, otra vez, el turismo. El propio García Mateos utilizó por vez primera aquella expresión en 1963, “destacando la presencia de numerosos turistas” en el cortejo de Jueves Santo. “Desarrollo a la española” animado por el visitante que llega de lejos, estampa propia de los tiempos.

              Tal fue la nueva mirada sobre los cortejos de La Unión. Así, en 1966, el alcalde de San Pedro del Pinatar, Rafael de los Ríos, propone una alianza de intereses “en vista de la afluencia de forasteros que ha acudido a esta comarca durante la Semana Santa en el mar (San Pedro) y en la mina (La Unión)”. Ofrecía realizar una “difusión propagandística” conjunta que permitiera potenciar al máximo -como reclamo- las singularidades de los desfiles de ambas poblaciones y proyectaba -igualmente- el intercambio de tercios entre los desfiles de San Pedro y los de La Unión .
              Las dulces posibilidades que ofrecía el excepcional desfile del Cristo fueron también reconocidas -lo cuenta Asensio Sáez- por una alta personalidad del Ministerio de Información y Turismo, quien propuso a los unionenses: “Si queréis os convierto vuestro Jueves Santo en una de las grandes noches de la Semana Santa murciana”; mas aún, prometía “hacer de la procesión del Cristo de los Mineros un segundo Festival Nacional del Cante de las Minas”        



CUARTA ÉPOCA: HACIA LA INSTITUCIONALIZACIÓN (1992-1997

Antecedentes: la “travesía del desierto”

              Desde 1968, un negro tinte de resignación y desánimo agarrota el impulso procesionil en La Unión. Los augurios son tan oscuros que el propio Asensio Sáez vaticina en 1982 : “es posible que, contando con las actuales circunstancia -nuevas directrices de la Iglesia, mermada economía unionenses- las procesiones “mineras” no vuelvan a salir nunca ¿nunca ? a la calle, pasando a ser solo un nostálgico recuerdo, cada vez mas amarillento y devaido en la memoria”.

              Verdaderamente, la pasionaria unionense vive entonces su mas amarga “travesía del desierto”, reducido el antiguo brillo al solo cortejo del Cristo en la noche del Jueves Santo (1968-1991), además, sin la perspectiva de recuperar el añejo esplendor.

              Durante ese tiempo, la Asamblea local de la Cruz Roja se responsabiliza de la salida del Cristo. El Ayuntamiento contribuye parcialmente al pago de la música y de las flores y aportando la mano de obra precisa. La delicada operación de montar la imagen sobre el trono fue dirigida por la mano experta del maestro carpintero Serrano. Junto a ellos, cabe señalar la colaboración de la Asociación local de Empresarios y de otros particulares.



              Las crónicas de prensa en aquel periodo resultan anodinas, cortadas por el mismo tópico patrón (no había otra cosa): “austera procesión del Cristo de los Mineros”, “desfile penitencial“, “severo cortejo”, etc., escoltado por la banda de cornetas y tambores de la Cruz Roja y por la Agrupación Musical Unionense. Tras la imagen titular, las primeras autoridades...

              De modo que, en este deslucido panorama, incluso las menores innovaciones resultaban noticiables. Por ejemplo, en 1975, junto a la reciente constitución de la sección infantil de la  banda de la Cruz Roja,  se resaltó, como novedad estelar el estreno del uniforme de sus miembros.

              Nueva expresión de la decadencia procesionil, una voz de alarma se levanta en 1978, señalando la urgente necesidad de restauración de las más populares imágenes del patrimonio religioso unionense, la del Cristo de los Mineros y la de la Patrona Nuestra Señora del Rosario: “la del Cristo de los Mineros sufre fisuras en los brazos, corriendo el peligro de poder desprenderse del madero. También tiene desperfectos en su policromado. La imagen de la Patrona se encuentra muy deteriorada en todo su policromado”.



              La necesidad de retoque se extiende también a las figuras del Nazareno y de San Juan, obras de  José Alfonso Rigal, adquiridas a los marrajos en la postguerra. Los expertos juicios de los escultores Sánchez Lozano y García Mengual -visitantes en La Unión-coinciden en la necesidad de proceder a estos trabajos.

              Mediado este “tiempo de silencio”, hallamos un proyecto casi culminado por recuperar los desfiles. En 1980, el impulso inicial partió de un grupo de comerciantes de la calle Mayor, intento frustrado “porque no han encontrado el apoyo que precisaban”. El diario “Línea” avanza mas detalles: “todo estaba preparado para hacer regresar a la historia de la Semana Santa unionense esa magna procesión con cinco pasos acompañados por sus penitentes”. Al final, “se han visto desilusionados por los problemas que se le han planteado y, al parecer, por parte de los presidentes de la Asamblea Cristiana unionense”. El intento había nacido de la “Junta Pro-Semana Santa”, con Antonio M. López, Dionisio de la Asunción, Antonio López Méndez y otros.



              Definitivamente, no hay cambios. La rondalla de Nuestra Señora de los Dolores de El Garbanzal, de la mano de Doña Lola Pérez, Antonio Pedreño y Rafael Martínez se presentó oficialmente en el salón parroquial de aquel barrio, en la Semana Santa de 1981, todavía carente del pasado brillo procesionil.

              A falta de mayores novedades, la reiterada crónica anual, hace sitio a la anécdota. Así, la de la primera procesión unionense transmitida en directo por radio, el desfile del Cristo de los Mineros en la noche de Jueves Santo de 1984, emitido por “Radio Mar Menor”  de Los Alcázares (F.M.). Nuevo detalle singular: “bautismo jondo” de Curro Piñana (10 años), quinta generación de artistas en su familia, al paso del Cristo de La Unión, interpretando “una saeta de gran estilo y con potente voz” (1985). Otra proeza, la de Joaquín Lozano, pensionista de 70 años, fiel capataz, encargado -durante décadas- de reclutar a los hombres necesarios para procesionar el Cristo y de empujar su trono (1981).



              El proyecto más elaborado -igualmente frustrado- con vistas a revivir los desaparecidos cortejos pasionarios de La Unión, se planea en 1984 mirando hacia 1985. Titular de prensa: “tres pasos más para las procesiones de 1985”. Tal propósito pretendía incorporar como novedades los pasos de la Virgen de la Caridad, San Juan y la Dolorosa. Sería su coordinador general el concejal delegado de festejos Domingo Alajarín. Las nuevas agrupaciones se vincularían a la del Cristo de los Mineros. Se contaba -incluso- con los responsables de la salida de aquellos pasos. Así, respecto al de la Virgen de la Caridad, “se cuenta con la aceptación de un grupo de comerciantes de la calle Mayor”, el mismo que fracasó en el proyecto de procesiones de 1980. A San Juan “lo sacarán los vecinos de la barriada de Los Morenos”, bajo su patronazgo. Finalmente -imitación de usos cartageneros- “la Virgen Dolorosa, que se encontrará con el resto de las imágenes en el transcurso del desfile, es la que se venera en el barrio de El Garbanzal y serán aquellos vecinos los que se ocupen de su organización y traslado...”.
            Después de la euforia inicial -pólvora mojada-, nada de nada, la idea no cuajó,



 La Cofradia del Santisimo Cristo de los Mineros y sus agrupaciones

          Según solicitud de Eugenio Faraco Munera, presidente de la Asociación Cultural "Ciudad de La Union, con el visto bueno de D. José Manzano Garcia cura poarroco de Nuestra Señora del rosario y Vicario Episcopal de la zona pastaral de Cartagena, fue erigida canonicamente la Ilustre cofradia del Santisimo Cristo de de los Mineros el dia 3 de Junio de 1994, vinculado a la Parroquia de Nuestra Señora del Rosario de La Unión "como asociación privada de fieles, con el fin de dar culto a Nuestro Sr. Jesucristo en la imagen de su titular el Santisimo Cristo de los Mineros, servia de cauce de educación en la fe para sus cofrades, asi como ser instrumento de evangelización en relació con la Parroquia"



             En aquella misma fecha fueron aprobados los Estatutos de la Cofradia "ad experimentum”, es decir, provisionalmente, por un periodo de tres años.

              La estructura de la Cofradía corresponde a la de las modernas organizaciones de “modelo vertical y abierto”; es decir, integra a personas de diversa extracción social y considera que “cualquier bautizado católico que no este impedido por el Derecho Canónigo puede ser miembro de la Cofradía”.



              Naturalmente -tal es su razón de ser- la Hermandad (Art 9) está animada por propósitos devotos y -sobre todo- “fomentará en sus asociados las celebraciones litúrgicas de la Semana Santa, del Jueves y Viernes Santo, y la Vigilia Pascual del Domingo de Resurrección”. De modo que “las celebraciones litúrgicas y -en especial- la Eucaristía ocuparán el centro de la vida cristiana de la Cofradía” (Art 12).

 
               Los estatutos muestran también el habitual sello corporativista -común a esta clase de asociaciones- enlace con las añejas disposiciones de la mas antigua hermandad local, la de N.P. Jesús Nazareno, previniendo que “por esta cofradía se celebrara en sufragio por el alma de cada Hermano o Hermanos que fallezcan una misa en el Templo del Rosario”, mandato estableciendo igualmente en el Día de Difuntos (Art 15 y 16).



              La Cofradía cuenta con la sencilla y práctica estructura de gobierno propia de este tipo de corporaciones (Art 21 y siguientes) : órganos colegiados, Asamblea General ó reunión de todos los cofrades, y Junta Directiva (“la Mesa”), órgano ordinario de gobierno, cuyos miembros -elegidos y nombrados por la asamblea general- conforman una estructura piramidal de la que nacen los órganos del gobiernos personales. En la actualidad, son los siguientes: Hermano Mayor -Presidente, José Guerrero Gómez; Vicepresidenta, María Dolores Sanes Vargas; Secretario, Ginés Hernández Antolinos; Tesorero, Eugenio Garrido Gomariz; y vocales (todos los presidentes de las agrupaciones).



              A ello se suma el cargo de “Consiliario”, no elegible, que corresponde al cura párroco de Nuestra Señora del Rosario o a su delegado, con capacidad de veto en las cuestiones de liturgia y moral (Art 26).

              Las restantes responsabilidades -especificas- se organizan por medio de un eficaz sistema de comisiariado que atendía a parcelas muy determinadas del quehacer cotidiano de la Cofradía (Arte, Protocolo, Orden, Iglesia, Vestuario, etc.).


                La Cofradía (única) se vertebra, a su vez, en seis agrupaciones, cada una con su propia junta directiva y reglamento. El lento trámite de reconocimiento de la Cofradía por parte del Obispado llevó a los promotores a disponer una estructura tan ramificada. José Guerrero, Secretario de la Asociación Cultural, declaraba en 1992: “tampoco sabemos si en estos tiempos que vivimos se podrían aprobar nuevas cofradías, porque  me parece que no van por ahí los pensamientos de la Iglesia en la actualidad”.



              Las agrupaciones son las siguientes : Agrupación del Santísimos Cristo de los Mineros y Santo entierro de Cristo, Agrupación de Nuestro padre Jesús Nazareno, Agrupación de la Santísima Virgen del Rosario en sus Misterios Dolorosos (La Dolorosa), Agrupación de San Juan Evangelista¡, Agrupación de la Santísima Virgen de la Caridad y Agrupación de la Santísima Virgen de la Soledad.



La Procesión del  Santísimo Cristo de los Mineros

            Exactamente después de 25 años de paréntesis (desde 1967), noche de Jueves Santo (16 de Abril) de 1992 a las nueve y media, sale la Procesión del Cristo de los Mineros, hasta 1994 único desfile de nuestra Semana de Pasión. Estuvo integrada entonces por los pasos de Nuestro Padre Jesús Nazareno (imagen de Rigal), la Santísima Virgen del Rosario en sus Misterios Dolorosos (Paco Conesa, 1991) y -finalmente- el trono con la imagen titular (Jerique, 1913).


            Abriendo la comitiva, la banda de tambores y cornetas de la Cruz Roja local, luego reemplazada por escuadra de la Policía Municipal. Ante cada paso, el correspondiente tercio de penitentes y banda de música.


            En el comienzo, nutrida participación de autoridades : la Ministra de Asuntos sociales, Matilde  Fernández ; el Consejero de Economía, Juan Martínez Simón ; el Alcalde de Cartagena, José Antonio Alonso Conesa ; el Director General de Transporte, Francisco Faraco y su Hermano Eugenio, presidente de la Asociación Cultura e impulsor de los desfiles.



            Anécdota propia del estreno (1992). Debido a una confusión en la organización del cortejo, el Alcalde de La Unión Salvador Alcaraz Pérez abandonó la comitiva para presenciar su paso desde el balcón de los socialistas "Casa del Pueblo", en la calle mayor



          Como cortejo inicial del nuevo ciclo se nutre de elementos heredados de los desfiles de los años sesenta y de nuevas aportaciones, sucesivamente enriquecidas. con cada edición. Así, al año siguiente (1993) se suma un nuevo paso, ya son cuatro: San Juan Evangelista con su tercio.




            En conjunto, 170 penitentes y 80 damas (tercio con estandarte de la Virgen de la Caridad. El emblemático primer grupo de penitentes, tercios de la Virgen Dolorosa y de Nuestro Padre Jesús desfilaran con carburos; los de San Juan y el Cristo con hachotes (eléctricos en el primer caso, luego faroles; en el segundo, con cera). Y, siempre, presidiendo el cortejo desde su cierre el Santísimo Cristo de los Mineros escoltado por cientos de unionenses para quienes resulta ser el centro de todas las devociones.



            En 1994, el desfile se acerca a su configuración actual, compuesto ya por cinco pasos. A los enunciados se une la Agrupación de la Virgen de la Caridad. Imagen de la Escuela de Olot, reemplazada en 1996 por un nuevo grupo del escultor Paco Conesa, escena del Gólgota que es trasunto de la imagen de la mujer minera junto a su hijo muerto  Había sido el primer trono llevado a hombros ( por 90 portapasos desde 1994). A partir de 1998, la Agrupación del Cristo contara -también- con paso portado por 50 cofrades.



            Novedad incorporada en 1996 fue el espléndido “trono convocatoria” formado por un templete-tabernáculo de 18 columnas doradas cobijando un “ángel de Pasión” tallado a finales del siglo XIX, junto a otros atributos pasionarios y a una gran campana de llamada.


            Momento culminante, de regreso al Templo -a su llegada- es el “encuentro“(de resonancia cartagenera) entre el Cristo, la Dolorosa y la Caridad, cante de la ultima saeta y salve final.



            En la segunda edición, 1995, el desfile adquiere su hechura actual con la presentación de otra nueva imagen, también obra de Conesa, María Magdalena, ofreciendo una estampa mística propia del Siglo de Oro. La pecadora, doliente y reflexiva, medita sobre la vanidad de la carne, fija la mirada sobre una calavera. La salida de la Magdalena corre a cargo de la Agrupación de la Virgen de la Caridad.




 
Por las Calles de La Unión hasta el Templo del Rosario

















 
Galeria de imagenes  en el iterior de la  mina Agrupa Vicenta





 
Galeria de Imagenes En torno a la Mina Agrupa Vicenta






































5 comentarios:

  1. Excelente articulo, necesario para poder comprender la historia de las procesiones en esa ciudad minera; así como las vicisitudes que tuvieron que pasar para poder llevarlas a cabo.
    Enhorabuena, y siga adelante con toda su energia para que no se pierda la historia de La Unión.
    Juan Almarza

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  2. Magnifico articulo, tengo el gusto de tener en casa su libro acerca de la Semana Santa Unionense y le felicito por su labor investigadora.
    De igual modo felicito al pueblo de La Unión por la gran labor que llevan a cabo en pos de la recuperación de sus raíces culturales.
    un cartagenero amante de la Semana Santa
    Antonio Manuel

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  3. Mi mas cordial y sincera enhorabuena por su articulo.Eugenio Faraco

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  4. Enhorabuena. Hoy he aprendido mucho con su articulo. Me parece que es necesario para entender la trayectoria real de la Semana Santa Unionense. Daniel Salomé Aznar, Sargento de la Policía Local de La Unión.

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  5. Eso si, recordarle que la Policía Local ha escoltado al Cristo de los Mineros desde el año 1.982 y posteriormente en el año 1.992 se amplía la escolta con tres policías abriendo la procesión, incluido banderín regalado por la cofradía del Cristo.

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